Los textos que se editan en este blog desvelan el fundamento histórico de diversas leyendas y relatos que pueden encontrarse en las fuentes clásicas grecorromanas. Como autor que investiga estas relaciones entre la mitología y la historia, he sido colaborador de la revista HISTORIA-16 entre los años 2001 y 2007 y he publicado, hasta el momento, los siguientes libros:
"La Guerra de Troya: más allá de la leyenda". Ed. Oberón (Grupo Anaya), 2005.
"La Guerre de Troie: au-delà de la légende" (trad. al francés). Ed. Ithaque, 2008.
"Los Hijos de Breogan: historia y leyenda de los pueblos célticos". Ed. Cultivalibros, 2012.

miércoles, 4 de junio de 2014

EL MITO DEL REY GERIÓN

El rey Gerión es un personaje de la mitología griega, directamente relacionado con la Península Ibérica, que se enfrentó al famoso Heracles en el curso de su décimo trabajo. De acuerdo con esta leyenda, Heracles tuvo que viajar hasta el suroeste de Iberia con la misión de robar a Gerión sus magníficos toros para después llevárselos a su tío, el rey Euristeo de Micenas.

EL LEJANO OCCIDENTE

La más antigua referencia a este relato se encuentra en la Teogonía de Hesíodo, que supuestamente fue escrita a principios del siglo VII a C. Hesíodo narra la hazaña de otro héroe griego más antiguo, Perseo, en el lejano occidente. De la sangre de la gorgona Medusa, muerta a manos de Perseo, nacieron el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor, primer rey de Iberia. A continuación nos cuenta el poeta Hesíodo: “Crisaor engendró al tricéfalo Gerión al unirse con Calirroe, hija del ilustre Océano, y a éste lo mató el fornido Heracles por sus toros de andar basculante en Eritia, rodeada de corrientes”. De acuerdo con el geógrafo Estrabón, Eritia era la isla donde los fenicios fundaron la ciudad de Gadira o Cádiz.

Alrededor de 600 a C, un autor griego de Sicilia llamado Estesícoro de Himera compuso el poema titulado Geryoneida, del cual se conservan varios fragmentos recogidos por otros autores. En uno de estos fragmentos, que se encuentra en la obra de Estrabón (III, 2, 11), se dice que Gerión había nacido “casi frente a la ilustre Eritia, junto a las fuentes inagotables de argéntea raíz del río Tartessos”. Además de aclararnos que Eritia era la isla de Gadira, Estrabón nos dice que el río Tartessos era el Betis, es decir, el actual río Guadalquivir. Se sabe que este río tenía antiguamente tres desembocaduras y la más oriental se encontraba bastante cerca de la isla de Gadira. A Gerión se le consideró el más antiguo rey de Tartessos, un país que se extendía por el valle de este río y que floreció entre los siglos X y VI a C. Por ello se suele interpretar que las tres cabezas del monstruoso rey Gerión (así como sus tres cuerpos) representaban esas tres desembocaduras fluviales.

El poeta Homero, quien seguramente compuso su obra un poco antes que Hesíodo, no mencionó a Gerión ni a Tartessos. No obstante, en la Ilíada se describe el Tártaro como una zona subterránea muy profunda del Hades (o del mundo de los muertos) con puertas de hierro y umbral de bronce, y el acceso al Hades estaría localizado, según Homero, en la costa del Océano que se extiende al oeste del Mediterráneo. En su Geografía (III, 2, 12), Estrabón dedujo de estas descripciones que “se podría imaginar que Homero oyera hablar de Tartessos e identificara desde entonces su nombre con el del Tártaro”. Ciertamente, la raíz lingüística de ambos nombres debe de significar “fortaleza”, y Tartessos fue descrita por algunos autores griegos como una ciudad fortificada situada junto al río homónimo, así como el Tártaro era la fortaleza del dios Hades.

Se pueden señalar otras interesantes conexiones entre el mito de Gerión y el mundo ultraterreno que los autores griegos situaban en el lejano occidente, por ser ésta la zona donde ellos veían ocultarse el sol al final del día. De acuerdo con la leyenda de Gerión, sus toros pastaban junto a los rebaños de Hades. Este dios tenía un perro de tres cabezas llamado Cerbero, y también el rey Gerión era tricéfalo. Asimismo los toros de Gerión estaban custodiados por un perro llamado Orto, el cual murió a manos de Heracles y era descrito a veces como un animal de dos cabezas, parecido a Cerbero.

Por otra parte, el nombre de la hija de Gerión es Eritia, el mismo que los griegos daban a la isla de Gadira y a una de las míticas Hespérides, tres ninfas o islas relacionadas con Hesperos, denominación griega para el lucero de la tarde. El significado de Eritia es “roja”, quizás conectado con el color del crepúsculo. No obstante, la ubicación original de las míticas islas de las Hespérides era el lago Tritonis, que en la antigüedad se extendía por los territorios de Túnez y Argelia. A medida que los griegos exploraban regiones que se situaban más al oeste, iban trasladando sus leyendas sobre el mundo ultraterreno, plagado de seres fabulosos, hasta esas nuevas tierras; y por eso encontramos el mismo nombre de la isla Eritia en el noroeste de África y en el suroeste de la Península Ibérica. También el mito griego de las gorgonas, monstruos de rostro aterrador, fue situado en ambas regiones.

Así y todo, es bastante sorprendente que Hesíodo y Estesícoro se refiriesen a Gerión como un rey ibérico y que un autor más tardío, llamado Hecateo de Mileto, localizase el décimo trabajo de Heracles en el oeste de Grecia. Hecateo vivió alrededor de 500 a C y, según su relato, Gerión criaba los famosos toros en la región helénica de Epiro, pero esta zona resulta ser la primera en donde los griegos debieron de localizar la entrada al mundo de los muertos, antes de que comenzaran a navegar hacia occidente. Por ello uno de los ríos del Epiro, el Aqueronte, tenía el mismo nombre que se le daba a un río de las infernales tierras de Hades.

LOS RODIOS Y LOS FENICIOS

Las fuentes clásicas nos indican que en el siglo VIII a C la leyenda de Heracles y Gerión ya debía de estar configurada y era conocida entre los griegos. No obstante, los primeros contactos directos entre los navegantes helénicos y los tartesios que poblaban el suroeste de Iberia se produjeron 100 años después. Los griegos de Sición obtuvieron bronce tartésico alrededor de 650 a C, y hacia el año 630 a C se depositaron unos peines de marfil procedentes de Tartessos en un templo de la isla de Samos dedicado a Hera, lo cual ha de estar relacionado con el viaje que realizó Coleo de Samos hasta Tartessos, relatado por el historiador Herodoto.

Ahora bien, en la primera versión del décimo trabajo de Heracles, escrita por Hesíodo, el enfrentamiento con Gerión se produjo en Eritia, y no en Tartessos. Puesto que la isla Eritia fue el emplazamiento donde los fenicios fundaron la ciudad de Gadira o Cádiz (hecho que se produjo alrededor de 800 a C, según los datos arqueológicos) es muy posible que el relato sobre la mítica hazaña de Heracles en el suroeste ibérico sea un trasunto de una leyenda fenicia más antigua, relacionada con la ocupación de esa isla por los fenicios y con la construcción de un templo dedicado a su dios Melkart, protector de los navegantes.

En efecto, el dios Melkart que se adoraba originalmente en la ciudad fenicia de Tiro fue identificado por los griegos con Heracles, y por ello el templo gaditano de Melkart acabó convirtiéndose en un templo de Hércules tras la conquista romana de Iberia. Este templo estuvo situado en el islote de Sancti Petri, próximo a las actuales localidades de San Fernando y Chiclana. Las fuentes griegas también denominan templos de Heracles a los santuarios de Melkart en Tiro y en la isla de Tasos, localizada al norte del mar Egeo.

Es muy probable que este sincretismo religioso entre el semidios griego y el dios fenicio tuviese sus raíces en las estrechas relaciones que debieron de establecer los fenicios y los rodios desde el siglo X a C. De acuerdo con la tradición griega, la tribu helénica de los dorios creía descender de Heracles a través de su hijo Hilo, y se sabe que los dorios se asentaron en la isla de Rodas, situada al sureste del Egeo, alrededor de 1100 a C. Otra antigua tradición, atribuida al historiador Ergias de Rodas, recordaba a Ificlo, gobernante dorio de esta isla, y al fenicio Falanto que regía la ciudad rodia de Yalisos, donde se decía que los fenicios habían construido un templo dedicado a la diosa Astarté.

Ciertamente la isla de Rodas fue una importante escala en la ruta comercial marítima desde Fenicia hacia Occidente, y por ello tuvo que existir realmente una colonia fenicia en esta isla, aunque la investigación arqueológica aún no lo haya confirmado plenamente. Otro puerto de gran importancia en esa ruta de navegación fue Kition, situado en la isla de Chipre, y la presencia fenicia en Kition desde mediados del siglo IX a C sí que es segura. De acuerdo con las fuentes griegas, los fenicios también habrían fundado una factoría comercial en la isla de Tera, la cual había sido igualmente ocupada por los dorios.

Otro dato interesante es que en los textos bíblicos del Antiguo Testamento se menciona a los griegos asentados en Chipre, Anatolia y Rodas durante los siglos VIII y VII a C, los cuales debieron de ser conocidos por los hebreos a través de los navegantes fenicios. Los griegos de Rodas son llamados rodanim en estos textos.

Así como los fenicios iniciaron su gran expansión colonial hacia occidente en el siglo IX a C, época en la que ya visitaban la isla de Cerdeña, se conoce la asidua presencia de los navegantes rodios en el sur de Italia desde finales de la Edad de Bronce. En Scoglio del Tonno, un yacimiento arqueológico del golfo de Tarento, se ha encontrado cerámica micénica y protogeométrica fabricada en Rodas.

Se decía, por otra parte, que los rodios habían sido la principal potencia marítima griega durante la segunda mitad del siglo X a C. El geógrafo Estrabón señaló que los rodios navegaban hasta tierras lejanas mucho antes de la fecha de la Primera Olimpíada (es decir, antes de 776 a C) y que fundaron entonces algunas factorías comerciales en el golfo de Tarento y en el golfo de Nápoles. También indicó Estrabón que los rodios fueron los primeros en llegar a las islas Baleares, llamadas Gimnesias por los griegos, y hasta un enclave del nordeste de Iberia que llamaron Rhode (la actual Roses en la costa catalana). El nombre del río Ródano, situado en el sureste de Francia, podría estar asimismo relacionado con los rodios. Estas antiguas exploraciones del Mediterráneo occidental por los rodios explicarían el nombre de Ofiusa que, de acuerdo con la Ora Marítima de Avieno, fue una de las primeras denominaciones que los griegos aplicaron a la Península Ibérica. Según Estrabón, Rodas también fue conocida como Ofiusa, o isla de las serpientes, y una de las Baleares (la isla Formentera) fue igualmente denominada Ofiusa.

Respecto a los datos arqueológicos, la influencia rodia en occidente podría rastrearse en la decoración geométrica de las vasijas tartésicas del siglo IX a C (como las que se hallaron junto al Tesoro de Carambolo), un estilo de decoración que para algunos investigadores está inspirado en la cerámica helénica de Rodas y Chipre. Tal influencia cultural podría haberse transmitido desde el sur de Italia hasta el suroeste de Iberia a través del comercio marítimo desarrollado en el Mediterráneo occidental entre tartesios, fenicios y rodios, poco antes de la fundación de Gadira.

En conclusión, el mito de Heracles y Gerión debió de tener su origen entre los rodios, un pueblo helénico de estirpe doria que creía descender del mismo Heracles y que había iniciado la exploración del lejano occidente en la misma época en que lo hicieron los fenicios, con quienes los rodios debieron de mantener unas estrechas relaciones. Por ello la conquista de la isla Eritia, donde se fundó Cádiz, llegó a ser asimismo atribuida a Heracles, el gran héroe que fue identificado con el dios fenicio Melkart. Más tarde, cuando los griegos empezaron a visitar asiduamente a los tartesios (desde finales del siglo VII a C), el mito de Heracles y Gerión se relacionó más directamente con el reino de Tartessos, tal como fue narrado por Estesícoro de Himera.

Por otra parte, la denominación de Columnas de Heracles que los griegos dieron al estrecho de Gibraltar también está relacionada con esta leyenda, ya que Heracles habría erigido dos columnas, una a cada lado del estrecho, cuando se dirigía hacia el reino de Gerión, e igualmente se puede constatar que los fenicios fundaron sus colonias occidentales en las regiones del sur de Iberia y del noroeste de África. Estas legendarias columnas solían identificarse con los dos promontorios que forman el estrecho de Gibraltar, pero según cuenta Estrabón (III, 5, 5), otros las relacionaron con unas auténticas columnas de bronce que se encontraban en el templo de Heracles en Gadira, es decir, en el templo fenicio de Melkart.

De nuevo se puede comprobar que el trasfondo histórico del mito griego sobre el décimo trabajo de Heracles entremezcla las hazañas realizadas por los fenicios y por los griegos en occidente, y esta fusión de leyendas debió de ser elaborada originalmente por los rodios.

EL NOMBRE DE GERIÓN

La etimología de Gerión, nombre del mítico rey ibérico vencido por Heracles, es la misma que la del término griego geryos, que significa “voz” o “sonido”. Ahora bien, otra versión de este antropónimo que puede encontrarse en las fuentes griegas es Geriones, muy similar al término geranos cuyo significado es “grulla”. Las grullas emiten un sonido estridente que se puede oír a una distancia de dos kilómetros, y una de las zonas geográficas donde viven estas aves es justamente el bajo Guadalquivir, por donde actualmente se extiende el Parque Nacional de Doñana. Los antiguos griegos conocían a estas aves chillonas y por ello fueron mencionadas en la Ilíada de Homero, como se puede comprobar en este texto del canto III: “Los troyanos avanzaban chillando y gritando como aves, pues así profieren sus voces las grullas en el cielo”.

En un estudio titulado “Topónimos griegos en Iberia y Tartessos”, Francisco R. Adrados ya relacionó el nombre de Gerión con el “grito aterrador” de un monstruo alado, ya que en un antiguo comentario a la Teogonía de Hesíodo se dijo que Gerión no sólo poseía tres cuerpos, sino que también tenía alas, y así se le representó gráficamente en algunas vasijas griegas. Aristófanes llegó a mencionar las plumas de Gerión en su obra Acarnienses.

En base a estas consideraciones, se puede relacionar al legendario rey Gerión con un dios que fue adorado por los galos durante la época romana y cuyo nombre era Tarvos Trigaranus, el cual significa “toro con tres grullas”. En efecto, el término celta garanus se corresponde con el griego geranos y con el inglés crane, y todos ellos significan “grulla”, ya que proceden de la misma raíz indoeuropea. Fue a principios del siglo XVIII cuando se realizaron unas excavaciones bajo la catedral de Nôtre-Dame en París y se hallaron los fragmentos de un pilar del siglo I dedicado a varios dioses romanos y galos. En ese “Pilar de los Nautas”, que así fue denominado, se encuentra la representación de un toro sobre cuyo lomo y cabeza se pueden ver tres grullas, y también se puede leer la inscripción “Tarvos Trigaranus” en lengua celta. Si se relaciona esta imagen con los tres cuerpos y tres cabezas de Gerión (que representarían las tres desembocaduras del Guadalquivir) y con sus legendarios toros, robados por Heracles, se puede deducir que, durante la dominación romana de la Galia, sus habitantes podrían haber adoptado el culto a aquel mítico rey de occidente, que los romanos habían recibido a su vez de los griegos. También se conocen esculturas galas que representan toros con tres cuernos, otra posible alusión a los toros de Gerión. Hay que tener en cuenta, por otra parte, que al regresar a Grecia con los toros, Heracles pasó por el sureste de la Galia y, de acuerdo con la leyenda clásica, engendró al antepasado de los galos con una princesa celta llamada Gálata.

En la obra latina Origo Gentis Romanae hay un fragmento atribuido a Casio Hémina en que el propio Heracles o Hércules es llamado Trecaranus. En este texto se cuenta que, a su paso por Italia camino de Grecia, los toros de Trecaranus (es decir, los toros de Heracles que antes habían pertenecido a Gerión) le son robados al héroe griego por un personaje llamado Caco, quien finalmente se ve obligado a devolvérselos. Hay otros paralelismos interesantes, ya que Caco suele aparecer en las leyendas grecorromanas como un gigante que vivía en Italia y que, al igual que el rey Gerión, murió a manos de Heracles. Algunos autores también describieron a Caco como un gigante de tres cabezas.

Verrio Flacco, otro autor latino que fue citado por Servio (en sus comentarios sobre la Eneida), dio su propia versión sobre este mito, al relatar que un fornido pastor llamado Garanus viajó desde Grecia hasta Italia y allí mató al terrible Caco. Al igual que el personaje llamado Trecaranus, antes citado, Garanus debe de ser el propio Heracles, a quien se le había dado un nombre o apodo semejante a Gerión por el hecho de haberle sucedido en la posesión de sus famosos toros.

Cabe referirse, por último, a otro legendario rey ibérico de Tartessos cuya historia había sido relatada por el romano Trogo Pompeyo y posteriormente fue recopilada por Justino. Se trata del rey Gárgoris, cuyo nombre procede de la misma raíz lingüística que se encuentra en el nombre de las monstruosas gorgonas. Esta raíz garg significa “horrible”, pero se puede observar que tiene un origen onomatopéyico relacionado con el rugido de las fieras salvajes, o bien con el de unos monstruos imaginarios. El nombre de Gárgoris también parece relacionarse, por tanto, con el de Gerión y con el estridente chillido de las grullas, que podría confundirse desde la lejanía con el de un horrible monstruo. Conviene recordar, además, que Gerión descendía de la terrible gorgona Medusa a través de su hijo Crisaor.

Todas estas denominaciones parecen hablarnos del temor supersticioso que habrían sentido los griegos al adentrarse en las regiones occidentales situadas más allá del Mediterráneo, donde ellos localizaron la entrada a los dominios infernales de Hades, y que finalmente fueron capaces de superar. Éste es el significado, en definitiva, del heroico enfrentamiento entre el mítico Heracles y el monstruoso rey Gerión.


Nota: El copyright del artículo “El mito del rey Gerión” pertenece a Carlos J. Moreu. El permiso para volver a publicar esta obra en forma impresa o en Internet ha de estar garantizado por el autor.